La templanza es la virtud que consiste en regular los apetitos y placeres de los sentidos; es la fuerza interior que controla nuestras pasiones y deseos; es tener dominio propio; es la capacidad que nos permite controlar nuestro cuerpo y nuestras emociones, llevándonos a la posibilidad de elegir lo que queremos sentir en cada momento de nuestra vida.
Para nosotros los cristianos, es una demostración de que estamos viviendo bajo el control de Espíritu Santo y no de la carne (Gálatas 5.18); es tener dominio y control de nuestro comportamiento y de nuestra actitud (Efesios 4.23-24), de las cosas que decimos y de cómo las decimos (Proverbios 16.23-24; Santiago 3.5-6), es controlar ese instinto que nos hace hacer o decir las cosas impulsivamente.
Como cristianos practiquemos a diario el controlar ese impulso para hacer las cosas, seamos guiados por el Espíritu, quien nos dice qué de lo que pensamos hacer está bien y qué está mal. No nos dejemos arropar por esas pasiones pecaminosas que solo nos conducen a la muerte (Santiago 1.13-15). Dediquemos unos minutos al día para autoevaluar nuestra actitud, para controlar nuestro enojo, para ser partícipe de los planes y la voluntad de Dios con nosotros.
Ver también:
Romanos 12
Filipenses 2.13
Romanos 6.11-13
No hay comentarios:
Publicar un comentario